Me enseñaste a confiar, a confiar de verdad. Me enseñaste lo que en realidad es un verdadero amigo, porque te convertiste en eso, en mi amigo, el mejor de todos. Me enseñaste a conocer, a conocerte a ti. Me enseñaste a vivir, a vivir cada momento, cada instante. Me enseñaste a ser feliz, sobretodo a eso, a ser feliz. Me hiciste feliz, como nunca nadie lo había hecho, como jamás lo había sido, como, hasta ahora, sólo tú lo sabes hacer.
Poco a poco te fuiste metiendo en mi vida, agarrando cada parte de ella y aferrándote tanto, que ya eres parte de mí. Las cosas nunca fueron fáciles contigo, mucho menos para nosotros, y eso era lo que lo hacía interesante, el reto a estar juntos... pero sin duda alguna, el reto más grande de todos, ha sido estar juntos, y permanecer así.
Me has hecho sufrir tanto como yo te he hecho sufrir a ti, nos hemos hecho daño (mucho daño), hemos dejado que el orgullo sea más grande que esto que nos une, "esto" que no sé si llamar amor. Quizá "esto" sea para siempre, como queremos, pero quizá no, quizá "esto" termine mañana y jamás volvamos a vernos. Pero, así "esto" termine mañana o no termine jamás, tú siempre serás el AMOR de mi vida... entonces, ¿por qué no llamarlo amor?
En fin, llámese como se llame, si de algo estoy segura, es de que siempre estarás presente en mi vida y que, pase lo que pase, serás el hombre perfecto para mí.
Sí César, si todavía te quedan dudas, todo esto ha sido para ti, porque, simplemente, tú eres mis ganas de seguir... Y sólo podría terminar esto diciendo que te amo, que te amo más que a mi propia vida, que te amo como nunca amaré a alguien más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario