No logro entender por qué se les hace tan fácil a los demás hablar con alguien y contarle sus problemas y yo no puedo hacerlo; hay algo que me lo impide. No sé si sea mi desconfianza en los demás, o quizá sea todo lo que me acostumbré a estar callada... sí, seguro es la costumbre.
Me acostumbré a callar, a no decir lo que siento... ¿Y para qué decirlo? A nadie le importan tus problemas como a ti mismo, por lo menos mis problemas. Cuando se trata de los demás, vuelvo sus problemas como los míos propios, pero no hay nadie que haga eso mismo con los míos.
Siempre me he guardado mis sentimientos y emociones, he aprendido a ser lo que los demás necesitan, a hacer lo que haga falta para dar felicidad, pero nadie se ha preocupado por ser esa persona para mi... O mejor dicho, si hubo alguien que se preocupó, pero ya no lo hace. Es mi culpa, es mi culpa perder todo lo bueno que me pasa.
Y supongo que perderé todo mientras no pierda esa costumbre, esa costumbre a estar callada, a tragarme lo que siento y pintar una sonrisa en mi cara como si nada pasara. Supongo que seguirá siendo costumbre estar sola, como siempre ha sido.
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